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MARÍA SABINA - LA MUJER QUE CURABA EL ALMA

  • Jassiel M.G
  • 4 ago 2016
  • 15 Min. de lectura

SABIA SABINA.

Sabina la mujer de las visiones santas, la curandera, la guía al espíritu de bondad, y como ella misma se describe; la payasa cósmica.


No teníamos nada, solo hambre, solo frío, creo que nuestra libertad por vivir era muy grande, mas grande que la voluntad de muchos hombres, la voluntad de vivir nos mantenía luchando, día con día, para finalmente conseguir algún bocado para aliviar el hambre que sentíamos. María Sabina-.


María Sabina Magdalena García: Nacida el 22 de julio de 1894 en un pueblo de Oaxaca llamado cerro de fortín municipio de Huahutla, allí a lo mas cercano de la punta del cerro ella nació, creció huérfana de padre -Cristiano Feliciano- a los 3 años, hablando solo mazateca, desconociendo la educación escolar, cuidando sus aves para alimentarse y haciendo tortillas.


Un día María Ana y yo cuidábamos a nuestras gallinas para que no fueran atacadas por los gavilanes o coyotes sentadas bajo un árbol, cuando pude ver al alcance de mi mano varios hongos, recuerdo que los abuelos hablaban de estos hongos con gran respeto, les llamaban ositas, osantos, yo les llamo: niños santos. Me lleve los hongos a la boca y los mastique, su sabor no era agradable, por el contrario eran amargos con sabor a raíz, a tierra. Mi hermana María Ana observándome había hecho lo mismo, después de haber comido los hongos nos sentíamos mareadas como si estuviéramos borrachitas y empezamos a llorar, mas tarde nos sentimos bien, sentíamos que los hongos nos hablaban, oíamos una voz, una vos que venía de otro mundo una voz dulce pero autoritaria a la vez, como un padre que quiere a sus hijos, pero los cría con fuerza, yo sentí que todo lo que me rodeaba era dios, sentía que yo hablaba mucho y que mis palabras eran hermosas, tiempo después supe que los hongos daban sabiduría, que curaban enfermedades, y que nuestra gente hacia muchísimos años que los tomaban, que daban poder. María Sabina-.


Desde ese momento los consumían ocasionalmente pues se sentían bien al hacerlo, sentían bonito, dijo algunas ves María. Un tiempo después, mas crecida, tendría unos 14 años su madre María Concepción sin pedirle su opinión la dio a un joven llamado Serapio Martínez de 20 años comerciante de hilaza negra, con el cual vivió 6 años y tuvo 3 hijos (Catarino, Viviana y Apolonia). Durante ese tiempo de casados, no probó los niños santos o angelitos, pues de acuerdo a sus tradiciones no es sano tomarlos cuando la mujer tiene trato con hombres.


A los niños santos se les debe tener respeto, las personas que recogen a los niños santos deben estar limpios de cuerpo y espíritu, no deben tener contacto sexual, no deben asistir a los velorios para no contaminarse de los aires impuros. María Sabina-.


Todo es esfuerzo, yo que soy mujer se usar el asador, y partir leña, Vivo por que se trabajar, por eso es que he llegado a la vejez, siembro maíz, si hay frijoles para comer es por mis manos, trabajo desde la madrugada. María Sabina-.


Después de enviudar, pasaron 12 años cuando un hombre de apellido “Carrera” la pretendió, sin embargo ella no le daba importancia puesto que tenia fama de borracho y flojo, pero después de un tiempo le dio oportunidad, poniéndole como condición que si quería estar con ella el debería mudar sus cosas. 13 años vivió con ese hombre el cual la maltrataba mental y físicamente aun así durante ese tiempo procreo 6 hijos, pero trágicamente casi todos murieron siempre por enfermedad o venganza al igual que su esposo que al haberse metido con mujer casada recibió un machetazo y quedo herido de muerte, sobreviviendo solo su hija aurora. De esos acontecimientos Sabina recibió un balazo al interponerse ante la vida de uno de sus hijos.


El haber quedado viuda por segunda vez, facilito el que me decidiera a enfrentarme al destino, el destino que se me había fijado mucho antes de nacer, ser sabia, mi destino era curar, curar con el lenguaje de los santos, pero algo me hacia detenerme, como si fuese el miedo de entregarse uno a lo que ha sido destinado. María Sabina-.


En esta nueva etapa de su vida María Sabina empezó a curar con los hongos y diferentes tipos de plantas, mezclas y santos, aunque en algún tiempo parecían haberse extinguido las tradiciones de curación por estos métodos, debido a la prohibición por medio de la inquisición, ésta aún perduraba en secreto y se empezó a hacer famosa no solo en Oaxaca, si no también en el populismo americano que buscaba un encuentro espiritual en los años 60´s. Aunque la Santa Doña María aceptaba las visitas de personas extranjeras que buscaban la paz interior, critico la forma irrespetuosa en que los jóvenes tomaban a los niños santos, los cuales no los toman para curar alguna enfermedad, si no más bien solo por curiosidad, asegurando que ese tipo de personas corren el riesgo de quedar locos.


Los niños santos me hablan, me aconsejan me dicen como debo curar a los enfermos y me enseñan el lenguaje que hablo en las veladas, y todo el lenguaje está en el libro que me fue dado, soy la que lee la interprete ese es mi privilegio. María Sabina-.


La noche del 29 al 30 de junio de 1959, Wasson tuvo la oportunidad de ser convidado a una ceremonia guiada por un chamán mazateco, que a la sazón resultó ser María Sabina. A su regreso a los Estados Unidos Wasson publicó el recuento completo de su aventura en un artículo especial para la revista “Life” cubriendo por respeto de las tradiciones el nombre de María Sabina llamándola Eva Méndez.


R Gordon Wasson, Albert Hofmann y Sabina


En la noche del 29 de junio de 1955, y en una aldea mexicana tan lejana que la mayoría de habitantes no hablan español, mi amigo Allan Richardson y yo compartimos con una hospitalaria familia india una "comunión sagrada", en la cual se adoraron, primero, y se consumieron, luego, ciertos hongos "divinos. Mi amigo y yo masticamos y tragamos las setas, tuvimos alucinaciones, y salimos aterrados del trance. Habíamos venido de muy lejos para participar en la ceremonia, mas no esperábamos nada tan asombroso como la pericia de las curanderas oficiantes y los estupefacientes efectos de los hongos. Richardson y yo fuimos los primeros blancos que comimos los hongos divinos, cuyas propiedades guardan en secreto, desde hace muchos siglos, varios grupos de indígenas que viven al margen del progreso en el sur de México. Ningún antropólogo ha descrito hasta hoy la escena que allí presenciamos.

Richardson es fotógrafo de la sociedad neoyorquina y director de educación visual en la Escuela Brearley, y yo soy banquero. Pero no fue obra del azar nuestro encuentro en la cámara subterránea de una pequeña choza indígena con paredes de adobe y techo de paja. Por cuarta vez hacíamos un viaje a México, a la sierra de Oaxaca, atraídos por el rito de los hongos. Para mi esposa -que llegaría con nuestra hija al día siguiente- y para mí, aquella aventura sería la culminación de casi 30 años de estudio del extraño empleo de hongos alucinantes en las culturas de primitivas de Europa y Asia.

Así fue como cierta noche del mes de junio mi amigo Allan Richardson y yo nos encontramos en las sierras del sur de México, alojados en la choza de una familia aborigen de la sierra Mixeteca, a 18.095 m. de altura. Como nuestra estada sólo podía durar más o menos una semana, no había tiempo que perder. Fui a la municipalidad donde, sentado a solas frente a una gran mesa, encontré al "síndico", un indio como de 35 años llamado Filemón, que hablaba español. Aprovechando su actitud amistosa, me incliné sobre la mesa y le pregunté en voz baja si podía hablarle con absoluta confianza. Lleno de curiosidad, me alentó a continuar. "¿Puede ayudarme a conocer los secretos del hongo divino?", le dije, empleando el nombre mixeteco de la planta sagrada, 'nti sheeto, pronunciando con exactitud el "saltillo" que precede la voz y los tonos musicales de las sílabas. Cuando se repuso de la sorpresa, me contestó con amabilidad que nada le sería más fácil, y me invitó a "pasar por su casa" a la hora de la siesta.


Allan y yo llegamos allí a eso de las 3 p.m. La casita de Filemón está en la falda de una montaña, entre una vereda que pasa al nivel del piso superior, y un profundo barranco. Filemón nos guió enseguida, barranco abajo, a un lugar donde abundan los hongos divinos. Después de tomar fotografías recogimos y guardamos unos cuantos en una caja de cartón y regresamos, trepando con dificultad por el barranco, bajo el intenso calor húmedo de aquella tarde tórrida. Sin darnos tiempo para descansar, Filemón nos despachó monte arriba, para que conociéramos a Eva Méndez, la curandera que oficiaría el rito de los hongos. La mujer, amiga de Filemón, es una "curandera de primera categoría", "una señora sin mancha". La encontramos en la casa de su hija -que tiene la misma vocación de la madre- recostada sobre una estera y descansando de las fatigas de una ceremonia celebrada la noche anterior. Eva, una mujer madura, tiene una expresión espiritual y una presencia que nos impresionaron. Les mostramos los hongos a las dos mujeres y ambas elogiaron, con exclamaciones de júbilo, la firmeza, lozanía y abundancia de aquellos tiernos ejemplares. Por medio de un intérprete preguntamos si podríamos utilizarlos aquella misma noche. Dijeron que sí. La casa donde se celebraron los ritos con hongos es de adobe, y techo saliente de paja. A la derecha, abajo, está la puerta del cuarto de ceremonias. Unas 20 personas nos congregamos en la sala del piso bajo de la casa de Filemón, poco después de las 8. Allan y yo éramos los únicos extranjeros, y los únicos de toda la concurrencia que no sabíamos hablar mixteco. Sólo Filemón y su esposa podían hablarnos en español. Nunca se nos había dispensado, entre campesinos indígenas, una acogida como la que allí nos tributaron. No nos trataron fríamente, como blancos intrusos, sino como sí fuéramos de los suyos. Se presentaron luciendo su mejor ropa: las mujeres, de trajes indígenas; los hombres, de pantalón blanco, sujeto con cuerdas a la cintura, y un vistoso sarape sobre la camisa blanca y limpia. Nos instaron, algo ceremoniosamente, a beber chocolate, y recordé de pronto que un antiguo cronista español ya había explicado que antes de servirse los hongos, se tomaba chocolate. Imaginé lo que nos esperaba. Al fin comprobaríamos que aún subsistía el antiguo ritual indígena de la comunión, y nosotros íbamos a ser testigos. Los hongos, que estaban en su caja, eran mirados con acatamiento, aunque sin solemnidad. Son sagrados: jamás se los emplea para dar incentivo a un regocijo vulgar, como, a menudo, el blanco hace con el alcohol.


A eso de las 10:30 p.m. Eva Méndez limpió los hongos y luego, entre oraciones, los pasó por el humo del incienso de copal que ardía en el suelo. Hizo esta operación sentada en una estera, ante una rústica mesa convertida en altar y adornada con imágenes cristianas del Niño Jesús y el Bautizo en el Jordán. Después repartió los hongos entre los adultos, reservando 13 pares para ella y otros tantos para su hija. (Los hongos se cuentan siempre por pares.) En suspenso esperé hasta que la curandera, volviéndose hacia mí, me dio seis pares en una taza. No podía sentirme más feliz: había sonado la hora decisiva tras muchos años de investigación. Allan recibió también seis pares, agitado por encontradas emociones. Mary, su esposa, había consentido en que me acompañara sólo con la condición de que no probaría aquellos detestables hongos. Ahora, ante el dilema, le oí musitar con angustia: "Dios mío. ¿Qué dirá Mary?" A continuación todos comimos los hongos, masticándolos lentamente, por espacio de media hora. Tenían un sabor desagradable, amargo, y un olor rancio y penetrante. Allan y yo estábamos decididos a resistir los efectos que pudieran causarnos para observar mejor lo que allí aconteciera aquella noche. Sin embargo, nuestra resolución se desvaneció ante el poderío de los hongos. RECIBIENDO los hongos, Wasson toma la ración nocturna de manos de la curandera Eva Méndez. Atrás () se ve al antropólogo francés que lo acompañó, Guy Stresser-Péan, que ya ha comenzado a masticar su porción.

COMIENDO los hongos lentamente, como es costumbre, Wasson los saca de una taza que contiene su ración. Entre tanto, la curandera reza ante un altar doméstico. Wasson tardó media hora en comer los doce hongos.

Antes de la medianoche, "la señora" (como llaman a Eva Méndez) arrancó una flor de un ramo que estaba sobre el altar y con ella apagó la llama de la única vela que aún ardía. Quedamos a obscuras y a obscuras permanecimos hasta oír el canto del gallo. Por espacio de media hora, aguardamos en silencio. Allan sintió frío y se envolvió en una frazada. Pocos minutos después se inclinó y me dijo al oído: "Gordon, estoy viendo visiones." Le aconsejé que no se preocupara pues yo también las veía. Las alucinaciones, que ya habían comenzado, alcanzaron mayor intensidad a altas horas de la noche, y continuaron con la misma fuerza hasta alrededor de las 4 a.m. Las piernas nos flaquearon ligeramente y al principio sentimos náuseas. Nos echamos sobre una estera, pero nadie deseaba dormir, con excepción de los niños, que no habían comido hongos.

Jamás habíamos estado tan despiertos, y las visiones aparecían, tuviéramos los ojos cerrados o abiertos: brotaban del centro del campo visual y se extendían conforme se acercaban, vertiginosa o pausadamente, según el ritmo que nuestra voluntad eligiera. De vivos colores, eran siempre armoniosas. Empezaban como motivos artísticos, angulares, como los que podrían adornar una alfombra, una tela, un tapiz o la mesa de trabajo de un arquitecto. Luego se convertían en palacios, con patios, arquerías y jardines, palacios esplendorosos, recamados de piedras semipreciosas. Vi luego una bestia mitológica tirando de una carroza real.

Más tarde tuve la impresión de que las paredes se habían disuelto y yo, suspendido en el vacío y con el espíritu ya liberado, contemplaba panoramas montañosos, cordilleras escalonadas que llegaban hasta el mismo cielo y por las cuales cruzaban unas caravanas de camellos.

Poco a poco afloran las propiedades de los hongos. Los indios que los comen no se vuelven "micoadictos". Cuando pasan las lluvias y los hongos desaparecen, su falta no les produce angustia fisiológica alguna. Cada clase de setas posee determinada fuerza alucinadora, y cuando no hay suficientes de una misma especie, los indios mezclan dos o más variedades, calculando rápidamente la dosificación correcta. Los curanderos acostumbran a tomar una porción grande, y cada cual aprende por experiencia a determinar la dosis que le conviene. Según parece, el uso repetido del hongo no obliga a aumentarla. Algunas personas requieren porciones mayores que otras. El aumento de la dosis intensifica las emociones, mas no prolonga mucho el efecto. Los hongos agudizan la memoria y anulan por completo la noción del tiempo. En la noche que he descrito, Allan y yo vivimos eternidades. Cuando suponíamos que una sucesión de imágenes había durado años, el reloj nos indicaba que sólo habían transcurrido apenas unos cuantos segundos. Teníamos las pupilas dilatadas y el ritmo del pulso lento. Parece que los hongos mágicos no producen efecto acumulativo en el organismo. Eva Méndez los come desde hace 35 años, noche tras noche, durante la temporada de lluvias.

Los hongos plantean además un problema químico: ¿Qué substancia desencadena las extrañas alucinaciones? Tenemos pruebas verosímiles de que es un agente distinto a las drogas conocidas: opio, coca, mescalina (droga extraída de un cacto mexicano), haxix, etc. Pero el químico tendrá que andar mucho para aislarlo, analizar su estructura molecular y reproducirlo sintéticamente. La solución del problema es de sumo interés en el reino de la ciencia pura. Su solución quizás pueda resultar útil para el tratamiento de perturbaciones psíquicas.


Mi esposa y yo hemos viajado y aprendido mucho desde aquel día, hace 30 años, en que durante una excursión por las Catskill notamos por primera vez la singularidad de los hongos silvestres. Pero nuestros descubrimientos han servido apenas para ensanchar horizontes. Vamos a emprender una quinta expedición a las aldeas de México, con el propósito de acrecentar y pulir nuestros conocimientos acerca del papel de los hongos en la vida de estos pueblos indígenas. Pero esto no es más que el principio. Toda prueba relacionada con el origen primitivo de las culturas europeas debe ser revisada, con objeto de averiguar si el hongo alucinante desempeña también alguna función ya olvidada por la posteridad.

Tras sus visitas a México R. Gordon Wasson colaboraba con Albert Hofmann llevándole a este último las muestras de los hongos que tomaba en casa de Sabina, de forma que en su laboratorio de la compañía Sandoz de Basilea, consiguió aislar y caracterizar sus principios activos, a los que llamó psilocibina y psilocina. Hofmann había conseguido sintetizar ambas sustancias y volvía ahora a México con “el espíritu de los hongos en forma de pastillas”, con la esperanza de ofrecer el nuevo fármaco a un chamán experimentado en el uso de los hongos (Hofmann 1978b).


Para octubre de 1962 Wasson y Hofmann emprenden un viaje a México para probar si la sustancia que había sintetizado tenia los mismos efectos espirituales, y para ello tenían que pedir la opinión de la única persona en el mundo que sabía todo respecto al mundo espiritual de los hongos. Al anochecer del 11 de octubre de 1962, en la remota aldea mexicana de Huautla de Jiménez, situada en la Sierra Madre Oriental de Oaxaca, el químico Suizo Albert Hofmann dio 30 mg de psilocibina sintética a María Sabina, a su hija y a otro chamán Mazateca, dio también 10 mg de la sustancia a R. Gordon Wasson. Bajo el influjo de las pastillas de psilocibina, María Sabina celebró una velada y aunque la psilocibina sintética tardó algo más en actuar, María Sabina dijo más tarde que no había diferencia entre las pastillas de Hofmann y los hongos. Además de demostrar de forma concluyente la validez de los trabajos de Hofmann.



En cierto tiempo vinieron jóvenes, hombres y mujeres, de largas cabelleras, con vestiduras extrañas. Vestían camisas de variados colores y usaban collares. Vinieron muchos. Algunos de estos jóvenes me buscaban para que yo me desvelara con el pequeño que brota. "Venimos a buscar a Dios" -decían. Para mí era difícil explicarles que las veladas no se hacían con el simple afán de encontrar a Dios, sino que se hace con el propósito único de curar las enfermedades que padece nuestra gente. María Sabina-.


En el verano de 1969 el ejército mexicano y agentes federales intervinieron Huahutla para expulsar a los jóvenes, extranjeros y mexicanos, que según reporta uno de sus moradores habían hecho del lugar "un centro de alucinogenación desenfrendada": Dice el mismo Estrada que "el comportamiento de los jóvenes mexicanos, entre los que se encontraban delincuentes y no pocos 'niños ricos' en busca de aventuras, fue lamentable." Se prohibieron en 1971, bajo el mandato de Gustavo Díaz Ordaz, cuyo hijo está involucrado en uno de los más famosos chismes relacionados con Huahutla, la supuesta visita de los miembros del grupo de música pop más famoso en aquellos momentos: The Beatles a la casa de María Sabina.Aunque lugareños como Álvaro Estrada afirman que es simple imaginería popular, hay fuertes rumores sobre la llegada de un cezna en el que habrían aterrizado Carlos Ávila Camacho, John Lennon, George Harrison y una antropóloga llamada Brenda. Supuestamente se hospedaron en la "Posada Rosada", fumaron mota y salieron a buscar a María Sabina. Ella no quiso desvelarse con ellos porque se encontraba agotada y los citó a la noche siguiente. Como las estrellas no quisieron esperar, fueron a dar con otra chamana, Josefina Terán, quien les organizó una velada psilocíbica a cambio de unos pesos. Se supone también que en el transcurso de la misma, John Lennon se malviajó y salió de la choza gritando: "No permitiré que me maten.


Todo se rompió y se corrompió cuando los extranjeros incursionaron estas dimensiones en busca de la recreación y aventura alucinante debido a su ignorancia del mundo Indígena y su afición a paraísos artificiales mas que contadas excepciones personas que venían con un conocimiento previo; todas las demás dieron al traste con una de las evidencias mas fuertes de las culturas milenarias del México Profundo provocando con ello que hasta gentes de la comunidad comercializaran el hongo y las ceremonias enteogenas creando por ello toda una farsa.


Un sabio como yo no debe cobrar por sus servicios, no debe lucrar con su sabiduría. Quien cobra es un mentiroso. El sabio nace para curar, no para hacer negocio con su saber. María Sabina-.


Así paso el tiempo, maría sabina muy a pesar de su fama nunca se aprovecho para hacerse rica, su vida le dictaba un camino a la sabiduría y la sabiduría a un camino de humildad vendiendo leña para sobrevivir, con un mozo que le llevaba la madera la cual ella cortaba y ordenaba en ocasiones con su ayudante. Al paso del tiempo, ver que llegaba gente de muchos lados a buscarla, personas del pueblo aprovecharon la oportunidad para saquear la curación santa de la cultura mazateca, creando sus propias veladas para “curar” y de paso generar ingresos para vivir de mejor manera, por su parte María Sabina ya cansada y sentida satisfecha de sus logros se resigna en su morada al descansó eterno junto a dios, y así muere el 23 de noviembre de 1985.


Después de su muerte y como toda figura de respeto, su imagen a decaído al populismo de un personaje que mas que un sabio es icono de el fumadero y la experimentación con los hongos, se pueden obtener imágenes en playeras, tazas, dibujos y demás, con el rostro de Sabina aludiendo que consumía marihuana hecho que no esta sustentado puesto que ella aunque bebía cerveza y fumaba tabaco no degustaba el fumar marihuana, nunca fue una simple mujer o una simple pacheca, fue sabia y tenia camino, camino que uno no recorre por el simple hecho de fumar beber o probar el LSD.


Me han enfermado. Estoy débil, me obligo para hablar. Estoy abandonada. Creo que estoy pagando las consecuencias. Cargo las enfermedades de todos los que curé. Ya casi ni duermo. María Sabina-.


Le pido a dios que me bendiga pido bondad a cada día pido bondad para el mundo donde también hay maldad y discordia, este mundo donde la gente pelea por cualquier cosa. Sé que voy a morir pero estoy resignada, moriré en el momento que dios quiera, he sufrido y seguiré sufriendo, siempre he sido pobre, pobre e vivido y pobre moriré, conozco el reino de la muerte, porque he llegado ahí, es un lugar donde no hay ningún ruido, por que el ruido por mínimo que fuera, molesta, en la paz de ese reino veo a Dios. María Sabina-.


Actual mente se siguen haciendo este tipo de curaciones y algunos charlatanes se aprovechan de la situación, aún con todo esto, la descendencia que dejo sabina permanece, rescatando una parte de nuestra cultura perdida.


Soy mujer de los vientos, del agua, de los caminos, porque soy conocida en el cielo. María Sabina-.


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